24 de junio de 2015

¿PREANUNCIO DE DICTABLANDA?


"Scioli va a estar rodeado"
Hebe de Bonafini advirtió que el gobernador bonaerense "no podrá ir en cualquier dirección" en caso de ser el próximo presidente, ya que "el vicepresidente y el Congreso serán del Frente para la Victoria".
La presidenta de la asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, advirtió que el precandidato presidencial del oficialismo, Daniel Scioli, estará "rodeado" en caso de ganar en las elecciones de octubre, al apuntar que tanto su compañero de fórmula, Carlos Zannini, como el Congreso "serán del Frente para la Victoria".

21 de junio de 2015

FRANCO MACRI PIDIO QUE LO ECHEN A RANDAZZO



“Sin él podríamos rescatar al Belgrano Cargas, tan necesario para el país”, advirtió el padre del líder del PRO por Twitter.
Franco Macri se sumó al clamor del Gobierno para echar a Florencio Randazzo del gabinete, luego de que el ministro del Interior y Transporte rechazara el pedido de Cristina Kirchner para que fuera candidato a gobernador bonaerense.
Macri, padre del lider del PRO y principal nexo de Argentina con los chinos, aseguró por Twitter que "Randazzo dañó la relación con China que nos había elegido como socio estratégico"
“Su torpeza, repito, hizo que China eligiera a Brasil y Chile”, destrozó Macri a Randazzo.
“Crece la presión sobre la continuidad de Randazzo en el Gabinete”, sugirió Macri y advirtió: “Sin él podríamos rescatar al Belgrano Cargas, tan necesario para el país”.
La mención al Belgrano Cargas no es casual. Como explicó LPO, tras el rechazo de Randazzo Cristina ya le apuntó a Marcelo Bosch, actual presidente del Belgrano Cargas, y a quien se lo asoció como el nuevo novio de Luli Salazar, tras la separación de la modelo con Martín Redrado.
En simultáneo, los voceros del Gobierno salieron en banda a expresar la furia de Cristina con Randazzo, como parte de un operativo desgaste contra el ministro que apunta en el fondo al control progresivo de sus cajas.

19 de junio de 2015

¿ANIBAL CON UN CANDIDATO A VICEGOBERNADOR FORMADO IDEOLOGICAMENTE Y MILITANTE PROVENIENTE DEL PC?


NAHUEL MORENO NO ESTABA EQUIVOCADO Y CON EL CORRER DEL TIEMPO SE TERMINÓ IMPONIENDO SU TEORÍA DEL"ENTRISMO" PARA PENETRAR AL "PERONISMO", SI ASÍ SE LE PUEDE LLAMAR.

HAY QUE RENDIRLE UN HOMENAJE POR SU CONDICIÓN PREDICTIVA AL FALLECIDO POLITICO TROTSKISTA AEGENTINO DEL P.R.T La Verdad


¿HAY ALGUNA SIMILITUD DEL DISCURSO O LA PROPAGANDA OFICIAL CON RESPECTO A LOS 11 PRINCIPIOS DE LA PROPAGANDA DE GOEBBELS?


LOS 11 PRINCIPIOS DE LA PROPAGANDA DE GOEBBELS

1.- Principio de simplificación y del enemigo único. Adoptar una única idea, un único Símbolo; Individualizar al adversario en un único enemigo.

2.- Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo; Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.

3.- Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.

4.- Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.

5.- Principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.

6.- Principio de orquestación. “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.

7.- Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.

8.- Principio de la verosimilitud. Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sondas o de informaciones fragmentarias.

9.- Principio de la silenciación. Acallar sobre las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen el adversario, también contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.

10.- Principio de la transfusión. Por regla general la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.

11.- Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando impresión de unanimidad.

SIN DEMOCRACIA EN LA DIÁSPORA DEL PERONISMO, NO HABRÁ DEMOCRACIA EN LA ARGENTINA



El periodismo político y los politólogos suelen circunscribir exclusivamente como “la oposición” al actual gobierno a dos clubs políticos, cada vez más próximos entre sí: el “republicanismo” de matriz “progresista”, y el “republicanismo” de cuño liberal,que busca ahora rodear, hasta la asfixia, a Mauricio Macri, tratando de embretarlo en  la tarea de sustituir con el énfasis en la “gestión” las notorias indefiniciones y/o carencias de concepción doctrinaria, de pensamiento estratégico y  de visión política.

 Esos dos clubs políticos, definidos así no con una intención peyorativa sino en su exacto sentido histórico, o sea en su condición de formaciones históricamente similares a aquellas asociaciones ciudadanas aparecidas en la Francia de fines del siglo XVIII, antes de la irrupción de los partidos políticos tal cual se conocen en la actualidad, parecerían coincidir hoy en reflotar, aunque con un sentido valorativo enteramente opuesto, esa famosa definición de John William Cooke cuando calificaba al peronismo como “el hecho maldito del país burgués”.

En términos históricos, esa convergencia “republicana”, potenciada después de las elecciones presidenciales de octubre del 2007, no es para nada novedosa. Su primera expresión fue la Unión Democrática de 1945, cuya derrota en las urnas marcó el advenimiento del peronismo como la principal fuerza política argentina durante una década, interrumpida por un golpe de estado cívico-militar en el que esos “repúblicos” del 45 desempeñaron un rol preponderante.

Sí, como decía Hegel, la historia se repite primero como tragedia y después como farsa, la última  encarnación de esa confluencia de raíz antiperonista fue la Alianza, esa efímera asociación entre el “republicanismo progresista” del FREPASO y el clásico “republicanismo radical”, encarnado en esa oportunidad por Fernando de la Rúa.

Para todas estas fracasadas experiencias históricas que van desde la Unión Democrática de 1945 hasta el FPLV 2015, vale la inolvidable frase de Jorge Luis Borges “no nos une el amor, sino el espanto”, entendido en este caso el espanto como la metáfora literaria del “hecho maldito” de Cooke.

 Pero, en materia de frustraciones colectivas, aquel pasado y este presente se empeñan en mezclarse. Porque estas “almas bellas” de la “anti-política”, todavía ilusionadas con el tañir de las cacerolas de diciembre del 2001, son precisamente las “viudas” de aquella Alianza, de ese formidable espejismo de las clases medias urbanas que se disipó como por arte de magia cuando las pantallas de los televisores mostraron, en vivo y en directo, la imagen del helicóptero presidencial huyendo de la Casa de Gobierno, en medio de un colapso económico y político y de una gigantesca explosión de violencia social, patentizada entonces en los saqueos a los supermercados, sólo comparable en sus dimensiones a la que en julio de 1989 precedió a la asunción de Carlos Menem, luego de la renuncia, también  anticipada, de Raúl Alfonsín, artífice del penúltimo espejismo masoquista de esa clase media tan enamoradiza como sempiternamente traicionada.

El trágico derrumbe de De la Rúa, quien en su vertiginosa caída arrastró consigo al radicalismo, proyectó al peronismo, esta vez no tanto por sus propias virtudes sino por las carencias ajenas, a la condición de no ya la principal sino la única fuerza política de relevancia nacional, si como tal se entiende no a un grupo más o menos numeroso de ciudadanos honestos, capaces y bien intencionados sino a una opción de poder capaz de garantizar la gobernabilidad de la Argentina.  

EL PUNTO DE INFLEXIÓN

Hace ya cuarenta años, cuando todavía ni se soñaba con el fenómeno de la globalización, en su libro ”La Hora de los Pueblos”,  Perón decía que “la política puramente nacional es algo casi puramente de provincias. Hoy todo es política internacional, que se juega adentro o afuera de los países”. La cita viene a cuento del hecho de que el saldo del colapso del gobierno de la Alianza no fue solamente de orden doméstico, sino que tuvo insospechadas proyecciones en el escenario sudamericano.

Desde diciembre del 2001, la  Argentina pasó a integrar, junto a Perú, Ecuador y Bolivia, el arco de países de la región cuyos presidentes constitucionales suelen ser derrocados ya no por golpes militares, como sucedía hasta la década del 80, sino por revueltas callejeras producidas en los grandes centros urbanos como ocurrió reiteradamente en Quito o La Paz.

Esa misma “andinización” política forzó luego la renuncia de Adolfo Rodríguez Saá y, pocos meses más tarde, el abrupto adelantamiento de las elecciones presidenciales promovido por Eduardo Duhalde ante el temor por las derivaciones de las reacciones de protesta desatadas a raíz de la muerte de dos manifestantes en el Puente Pueyrredón de Avellaneda.

No se trata de una simple analogía periodística, sino de un punto de inflexión histórico. América del Sur está dividida actualmente por un hilo político, no ideológico ni tampoco geográfico, que separa básicamente a dos categorías de países. La primera categoría está integrada por Brasil, Chile, Uruguay y Colombia, que tienen un sistema de partidos políticos que, mejor o peor, funciona con cierta regularidad. Todos estos países implementan también estrategias orientadas a su inserción en el escenario mundial. La segunda categoría está compuesta por Venezuela, Bolivia y Ecuador, que  carecen de un sistema político estable. En estos casos, la opción estratégica es  por una política de aislamiento y confrontación en el plano internacional.

Más allá de la retórica discursiva, lo que verdaderamente define al  denominado “populismo” como fenómeno político en el escenario latinoamericano del siglo XXI es su condición de sucedáneo de una “democracia fallida”. En ese sentido, el “populismo” como fenómeno político está caracterizado por la existencia de un liderazgo aglutinante sin el respaldo de una genuina organización política ni la existencia de contrapesos institucionales.

La principal diferencia que separa a Lula, Michelle Bachelet, Tabaré Vázquez y Alvaro Uribe de Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa es la existencia o la inexistencia de un sistema  de fuerzas políticas organizadas y de contrapesos institucionales que funcionen más o menos regularmente  en sus respectivos países.

Lula, Bachelet, Vázquez y Uribe se apoyaron en sistemas institucionales estables y partidos políticos sólidamente constituidos. Chavez (hoy Maduro), Morales y Correa, que carecen de esas bases de sustentación, y - más aún - son en parte producto del vacío derivado de esa inexistencia, gobiernan anclados casi exclusivamente en el aparato del Estado.

El mapa político sudamericano presentó en estos últimos años dos mudanzas significativas. La primera de esas mudanzas sucedió en Perú. La victoria electoral del APRA (una fuerza política con hondas raíces  históricas y décadas de continuidad, fundada por el legendario Víctor Haya de la Torre) sobre el mayor Ollanta Humala, cuya candidatura era respaldada por Chávez, en las elecciones que encumbraron nuevamente en la presidencia a Alan García, logró aproximar a Perú al arco configurado por Brasil, Chile, Colombia y Uruguay, lugar ante el cual hoy permanece con la presidencia de Ollanta Humala.  

Pero la otra gran mudanza política, sin duda mucho más significativa por su notoria gravitación en el escenario regional,  fue protagonizada precisamente por la Argentina, que realizó el camino inverso al de Perú. La hecatombe de diciembre de 2001, que puso fin al sistema bipartidista que rigió  desde 1983, acercó a la Argentina, en términos institucionales,  a la realidad imperante en Venezuela,  Bolivia y Ecuador.  Allí reside la raíz estructural en la que luego anidó el fenómeno de Néstor Kirchner.

EL PERONISMO COMO ÚNICO ACTOR POLÍTICO

Para evitar confusiones, vale la pena subrayar aquí que, contra lo que afirma la prédica incesante del antiperonismo de izquierda y de derecha, el peronismo nunca fue un fenómeno “populista”, al menos en el sentido con que actualmente se utiliza esa expresión,  sino un gran movimiento popular, el más importante de América Latina.

Esa condición de movimiento popular, con una fuerte identidad doctrinaria, fue la principal razón de la continuidad  y vigencia  histórica del peronismo luego de la desaparición de su líder. Perón siempre marcó el valor central de lo orgánico: “la organización es el primer paso para cumplir cualquier obra”. Uno de sus apotegmas más repetidos fue aquél de que “sólo la organización vence al tiempo”. En su visión doctrinaria, siempre diferenció el concepto de “masa” de la noción de “pueblo” y destacó que la diferencia ente “masa  y “pueblo” reside precisamente en la organización.

 Para Perón, el poder es organización y la organización es poder. Desde ese punto de vista, lo más importante de la década 1945-55 no fueron las extraordinarias realizaciones sociales de aquellos años, sino la organización autónoma  de los trabajadores, que permitió después del 55 defender esas conquistas e impulsar durante 18 largos años la lucha por el retorno de Perón. Estructuralmente, el “populismo” es pre-peronista.  
 
Por ausencia de toda otra alternativa, en diciembre del 2001 el llamado peronismo pasó a ocupar la totalidad del escenario político argentino, entendido no en el sentido del lugar de expresión de las opiniones sino en el del ámbito de toma de las decisiones. El problema es que, al mismo tiempo, “este” peronismo, erigido en única opción de poder en la Argentina, atravesaba y atraviesa una profunda crisis, que se manifiesta en dos dimensiones estrechamente vinculadas entre sí: una seria crisis de identidad por la ausencia de su lider, manifestada en la ausencia de una actualización doctrinaria que lo ubique en el mundo del siglo XXI, y  también una crisis de representatividad y una notoria parálisis política. Su expresión emblemática fue la intervención judicial del Partido Justicialista, digitada desde la Casa de Gobierno, y el hecho, mundialmente inédito, de que haya sido el interventor judicial la única autoridad partidaria que consagró la candidatura presidencial de Cristina Kirchner. 

Estos datos constituyen mucho más que simples detalles de la vida interna del peronismo. Revelan el estado generalizado de fragilidad institucional que atraviesa la Argentina. Porque el PJ no es sólo un partido político más, cuya suerte sólo puede importar a sus adherentes. Es el eje indiscutido del sistema político argentino. Sin democracia en el PJ, no hay democracia en la Argentina.

En rigor de verdad, ese congelamiento político del peronismo, con el consiguiente vacío de conducción, no es obra originaria de Kirchner, sino que fue la causa misma de su encumbramiento. En el 2003, urgido por las circunstancias y para evitar un previsible triunfo de Menem, Duhalde impulsó la anulación de la convocatoria a las elecciones internas para elegir la fórmula presidencial del Partido Justicialista. Desde entonces, el peronismo careció de una expresión política organizada a nivel nacional. En su provisorio  reemplazo, sólo quedó el aparato del Estado, convertido en la única maquinaria política en funcionamiento. Fue en virtud de  esa engrasada maquinaria burocrática y  presupuestaria, centrada en el manejo de “la caja” y en el control territorial de la provincia de Buenos Aires, que Duhalde pudo entronizar en el poder a Néstor Kirchner en el 2003 y que Cristina Kirchner logró imponerse en octubre del 2007.

PARTIDO DEL ESTADO

 Contra lo que muchas voces insisten todavía en pregonar, tanto en el oficialismo como en la oposición, el verdadero “partido gobernante” en la Argentina de hoy no es en realidad el pejotismo sino el “Partido del Estado”. La denominada “Concertación Plural”, que motorizó oficialmente la fórmula Cristina Kirchner-Julio Cobos, no es el resultado de un acuerdo programático y orgánico entre el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical, sino el entendimiento “transversal” entre la mayoría de los gobernadores e intendentes del PJ y el radicalismo, coercionados económicamente por el gobierno nacional.

 Esta realidad es consecuencia de la conversión de la política en una práctica absolutamente vacía de ideas, reducida a un conjunto de procedimientos ejecutados por una corporación de políticos profesionales cuyo único común denominador es la pretensión de sus integrantes de mantenerse indefinidamente en el usufructo  de sus espacios de poder.

 La principal base de sustentación material de esa estrategia de subordinación de las provincias y los municipios al poder central, que arrasa con la vigencia del federalismo consagrado por la Constitución Nacional, son las retenciones a las exportaciones, que tienen una importancia política aún mayor que su propia significación económica. Por su carácter no coparticipable, esas retenciones conforman una gigantesca masa de fondos presupuestarios distribuida con absoluta discrecionalidad para disciplinar políticamente a gobernadores e intendentes. En términos prácticos, la Argentina es hoy un Estado unitario, que necesita imponer esa condición al propio “peronismo” para poder subsistir. 

Este sistema político de “Partido del Estado” es coherente con el actual modelo económico de “capitalismo de Estado”. Y esta combinación político-económica constituye el núcleo del parentesco entre el “kirchnerismo” y el “chavismo”. Paradójicamente, ambos coinciden con Carlos Marx  en la definición de que “el Estado es el comité de administración de los negocios de la burguesía”. El “valijagate” puso de relieve hasta qué punto el llamado “socialismo del siglo XXI”, montado en el espectacular ascenso del precio del petróleo, encubrió ideológica y propagandísticamente la consolidación del poder económico de la denominada “boliburguesía” venezolana.

Esa “boliburguesía” venezolana  tiene ahora su réplica en la Argentina. Es una suerte de “kirchnoburguesía” encarnada por un conjunto de empresarios asociados al poder político que, recubiertos tras la bandera del “capitalismo nacional”, eufemismo por “capitalismo de amigos”, prosperan a través de sus lucrativos negocios con el Estado, especialmente en materia de obras de infraestructura, y cuentan además con la ayuda oficial para apropiarse, total o parcialmente, de empresas petroleras, de compañías concesionarias de servicios públicos o de actividades que funcionan bajo licencia estatal,  como el juego. Se trata, en definitiva, de una retórica ideológica del “setentismo tardío” combinada con una versión actualizada de aquellas prácticas corruptas de la “Patria Contratista” que imperaron en la Argentina hasta la década del 90.

QUÉ HACER

 Sirva como ejemplo de ese contexto, la pregonada digitación de Kirchner como titular del Partido Justicialista, gestionada desde su oficina de Puerto Madero, que no implicó de ningún modo  un avance hacia la institucionalización del “peronismo”, que constituye una condición absolutamente necesaria para la consolidación institucional de la Argentina.

 Muy por el contrario, estamos frente a un ensayo que pretende  la  “estatización” del “peronismo”, orientada  a promover un vaciamiento de sus raíces doctrinarias y anular su vitalidad política.  Es una ofensiva  contra el carácter del peronismo en vida de Perón como movimiento popular, a fin de  degradarlo a la condición de un simple “populismo”, carente de una organización política real y pasible de ser  manipulado desde el aparato del Estado. Su objetivo no es  impulsar la organización política del “peronismo” sino impedirla.

Sólo la realización de un proceso electoral absolutamente democrático y transparente y una previa etapa de reafiliación obligatoria  para depurar los padrones partidarios, una Junta Electoral con la participación de todas las corrientes internas, una justicia electoral independiente e imparcial, que impida la malversación de fondos públicos que implica el empleo proselitista de los recursos económicos del Estado, y un sistema que asegure el respeto al requisito estatutario de representación de las minorías en los cuerpos orgánicos,  puede legitimar a una auténtica conducción del Partido Justicialista, susceptible de ser respetada por todos, ganadores y perdedores. Cualquier otro mecanismo electoral constituiría una farsa fraudulenta que no corresponde legitimar.  

En su histórico discurso del 21 de junio de 1973, pronunciado horas después de los enfrentamientos de Ezeiza que signaron su regreso definitivo a la Patria, Perón afirmaba: “los peronistas tenemos que retornar a la conducción de nuestro Movimiento, ponerlo en marcha y neutralizar a los que pretenden deformarlo desde abajo o desde arriba”. Ese mandato tiene hoy más vigencia que nunca.  Nuevamente, las circunstancias exigen hoy asumir ese desafío. Con independencia del calendario electoral, es imprescindible impulsar ya mismo, a nivel nacional, la articulación de una amplia red de dirigentes y cuadros políticos del peronismo para hacerse cargo de esa formidable tarea pendiente.

Esa construcción política tiene que plantearse en una doble dimensión: hacia adentro y hacia afuera del peronismo. Hacia adentro del peronismo, el objetivo es llegar a conformar una “masa crítica” dotada de poder suficiente como para plantarse seriamente como una alternativa real al oficialismo. Esto implica generar un amplio espacio de coincidencias, capaz de atraer a todos los dirigentes y sectores políticos y sindicales  que no comulgan con el proyecto oficial de vaciamiento del peronismo. Para vencer, hay que convencer. En una primera etapa, es necesario entonces poner énfasis  en lo cualitativo más que en lo cuantitativo y encarar una acción que integre lo específicamente  territorial con una visión política nacional.

Hacia afuera del peronismo, es imprescindible forjar una muy amplia coincidencia cívica nacional, que englobe sin exclusiones a todos los actores políticos y sociales comprometidos en la defensa de la institucionalidad democrática, en la limpieza electoral y en el restablecimiento de reglas básicas de convivencia en la sociedad argentina, fundadas en el apotegma de Perón de que “para un argentino no puede haber nada mejor que otro argentino”.

Pero toda esta inmensa tarea no puede estar “envasada al vacío”, limitada a  un ejercicio de “ombliguismo político” desentendido del aquí y ahora. Tiene que asumir una presencia activa dentro de todas las organizaciones sociales y establecer una estrecha conexión con las múltiples expresiones de disconformidad que surgen cotidianamente desde las entrañas de la sociedad argentina.

En los clásicos términos de Mao Tse Tung, esta amplia red de dirigentes y cuadros políticos del peronismo  tiene que ser capaz de moverse como “pez en el agua” en los reclamos de los millones de usuarios afectados por los  cortes de electricidad y de agua, en las luchas de los trabajadores por una actualización salarial acorde con el incremento del costo de la vida y el quite del impuesto a las ganancias de los trabajadores, en las movilizaciones de los vecinos por la seguridad pública, en las  denuncias ciudadanas contra los hechos de corrupción, en las legítimas protestas de los sectores productivos contra  las medidas y  actos de agresión implementados desde el gobierno, en las manifestaciones de defensa del Estado de Derecho contra los atropellos de cualquier naturaleza y en los actos de  reivindicación del federalismo y  la autonomía de las provincias y municipios frente a la prepotencia del poder central para evitar el unitarismo existente.

Esa presencia pública, implementada a través de todas las iniciativas que surgen espontáneamente del hecho de desatar las energías y la creatividad que siempre caracterizaron la acción de la militancia del peronismo, requiere expresarse también en la afirmación de una  política de reconciliación nacional y en la defensa permanente de los valores y las tradiciones culturales y religiosas del pueblo argentino, incluidas instituciones fundamentales como la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas, hostigadas desde el oficialismo con una prédica ideológica “retro-progresista”, un original caso de dislexia ideológica cuyo síntoma inequívoco es calificar de retrocesos a los avances y de avances a los retrocesos.


Desde su nacimiento en 1945, el peronismo tuvo la virtud de reinventarse a sí mismo frente a cada uno de los renovados desafíos que le planteó la historia. Las nuevas condiciones del siglo XXI nos demandan, una vez más, el ejercicio de esa actualización doctrinaria que tantas veces practicó y reclamó Perón.

Esta nueva actualización doctrinaria tendrá que traducirse en una propuesta programática acorde con los tiempos, que brinde respuestas concretas y realizables a los problemas que afectan a los argentinos de carne y hueso. Es absolutamente necesario que, para el momento inexorable en que la crisis vuelva a asomar su rostro en el horizonte,  el peronismo esté efectivamente preparado para colocarse a la altura de las circunstancias y dejarse de insistir con el famoso dogma instituido por las distintas franquicias del PJ del que hoy llamado peronismo es el único que sabe manejar el poder. Esta confusión entre gobierno y poder, nos lleva a pensar que los sectores que mantienen esto no se diferencian ideológicamente de los integrantes del proceso militar, solo con la diferencia de que la franquicia actual del PJ no hace desaparecer gente, pero tengamos en cuenta que culturalmente algo de esto está pasando en la sociedad que ya comenzó a reeditar los secuestros, las desapariciones y otras prácticas reñidas con la democracia, tal el caso del imgreso de la droga. Quiero dejar aclarado que hablo del pejotismo y en muchos casos de “peronismo”, porque entiendo que el movimiento peronista al igual que cualquier otro movimiento ha dejado de ser tal a partir de la muerte de su jefe, tal como ocurrió con el Mariscal Tito en Yugoeslavia. 

Lo que viene en la Argentina después de Cristina Kirchner no es para “clubs”. En un artículo publicado en La Nación por Jorge Fernández Díaz, editor de ADN (el suplemento cultural del diario La Nación) y, por lo tanto, un periodista   insospechado de militancia peronista,  dijo mejor que nadie: “Hasta Néstor Kirchner estaba decepcionado de la oposición. Admitiendo, a regañadientes, que ninguna democracia exitosa económica e institucionalmente prospera con partido único y sin alternancia ni bipartidismo.  Sabe que, si no evoluciona por afuera, una oposición de centro-derecha surgirá tarde o temprano del propio peronismo y que sobrevendrán como siempre la crueldad, el destripamiento, la lucha sin cuartel y la amnistía y, al final, la cohesión. La guerra peronista hace temblar a los peronistas que detentan el poder, porque saben que del otro lado no hay muchachos testimoniales con la valija armada al lado de la cama, sino políticos con hambre que quieren cambiar la –yo diría su- historia”.

 De eso se trata y es por esta razón que las elecciones que se aproximan son básicas, máxime cuando el pejotismo actual (FPLV) a pesar de la elección de sus candidatos empieza a mostrar indicios de un posible inicio de guerra peronista.
                      


18 de junio de 2015

LA SUCESION POLITICA


                                                                                                            

El tema de la sucesión política ha sido desde siempre el desvelo de los que están obligados a dejarlo. Son contados los casos en la historia política del mundo de aquellos que han dejado el poder motu proprio.
En este año 2015 Cristina Fernández de Kirchner tiene que dejarlo y , considerando como una posibilidad que gane su candidato, lo deja en manos de un liberal como el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, pero con un vicepresidente como reaseguro, el maoísta Carlos Zannini, quien asegura la continuidad del proyecto político del kirchnerismo, esto es, un progresismo socialdemócrata.
La historia como magíster vitae, como maestra de la vida según afirmara Cicerón nos enseña que casi todas las sucesiones políticas fueron traidoras a sus mandantes. Los ejemplos más recientes en Argentina son la traición de Alvear a Yrigoyen, la traición de Cámpora a Perón, la traición de Kirchner a Duhalde para poner solo ejemplos de presidentes.[1] En el orden internacional la traición de Juan Carlos a Franco.
Nadie puede asegurar la traición de su delfín, porque una vez en uso del poder, y sobre todo en un régimen presidencial como el nuestro, el que lo tiene hace lo que le indica su “real gana”. Además como lo hace notar el gran constitucionalista mendocino, Dardo Pérez Ghilou, la figura del vicepresidente es totalmente ambigua y sin peso político propio. Véase la de los dos últimos: Cleto Cobos y Amado Boudou.
Si a ellos sumamos la posición política oscilante del candidato a presidente Scioli, quien fue sucesivamente liberal, menemista, duhaldista y kirchnerista, lo más probable es que termine siendo sciolista cuando le toque gobernar el país. Pues es un hombre que mostró a lo largo de esto años no tener un proyecto político sino solo ambiciones personales. 
No hay que olvidar que los hombres menores cuando llegan al poder no escuchan a nadie porque se conforman y están satisfechos con lo que ya saben. En una palabra, no aprenden nada más de ningún otro. Como afirma Descartes al comienzo de sus Meditaciones Metafísicas el hombre vulgar está satisfecho con su sentido común y ninguno de ellos reniega de él”.
Es sabido por el relato de la caja de Pandora que al hombre le está prohibido hacer prognósis, ver el futuro, porque esta y no la esperanza como mal se traduce, fue la que quedó encerrada. Pero, lo más probable es que Cristina Fernández se maneje con total soltura los primeros tiempos y luego su figura de desvanezca lentamente. Y entonces, pensará como Heidegger cuando estaban entrando los rusos en Berlín: que el final (de Scioli) no se demore.




[1] Un caso emblemático de traición política le sucedió a Vicente Joga a la sazón gobernador de la provincia de Formosa, asiduamente siendo gobernador se reunían  en el Fogón de la Utopía junto con Tucho Methol Ferré, Manuel Figueroa, Abel Posse, Miguel Lamber, Mario Casalla y tantos otros  para armar todo el norte del país en contra de Menem. Concurría sumisamente su vicegobernador Gildo Infrán a quien, juramentado, puso de gobernador para sucederlo. Gildo es gobernador desde hace 20 años y nunca más lo recibió.

POR FIN SE PUSO ARRIBA DE LA MESA AL REAL PRESIDENTE


DESDE LA MUERTE DE NESTOR KIRCHNER, HACE RATO QUE EL MAOISTA TOMA LAS DECISIONES Y LA MUCHACHA ENRIQUECIDA DE ENSENADA LAS RECITA


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15 de junio de 2015

UN NUEVO INVENTO ARGENTINO: AYER EN SANTA FE EL INGENIERO LIFSCHITZ CONVIRTIO A LA ESTADISTICA EN CIENCIA EXACTA


Casi insólitamente mientras se realizaba el escrutinio y aproximadamente a las 22 hs. el candidato a Gobernador Lifschitz salió a festejar el triunfo acompañado de todos sus compañeros, donde lamentablemente también se encontraba Margarita Stolbizer,  en función del conteo de sus mesas testigo donde la diferencia con el adversario que lo seguía era menor al 1%.
Si lo hubiera hecho Binner lo perdonaría, porque un médico no tiene la obligación de conocer estadística, pero que lo haya hecho un Ingeniero Civil, no tiene perdón y hasta diría, fue un hecho mal intencionado.
Lifschitz por su profesión sabe que la estadística no es una ciencia exacta porque tiene margen de error y el que el planteó para adjudicarse el triunfo solo puede hacerse si hubieran faltado volcar el resultado de las diez a veinte últimas mesas y hasta por ahí nomas. Porque si en las últimas 10 o 20 últimas mesas se produce el fenómeno, que en la estadística es posible, el 90% de los votos hubieran sido de Del Sel, chau Lifschitz.
Al Ingeniero Lifschitz le rindo un homenaje por haber convertido a la Estadística en una ciencia exacta, donde a partir de ahora la Curva de Gauss pasará a llamarse Curva de Lifschitz.

JOZAMI ESTA PARA INTERNACION PSIQUIATRICA, QUIZÁS LE ESTEN AFECTANDO SUS AÑOS EN LA CARCEL

  • Eduardo Jozami, uno de los integrantes más activos de la agrupación de intelectuales del kirchnerismo, Carta Abierta, criticó a Daniel Scioli, y sostuvo que Máximo Kirchner podría ser su compañero de fórmula para que, de abandonar el gobernador, se convierta en presidente de la Nación.
  • Jozami quiere que en el país se repita la "experiencia" que el tuvo cuando era Sub Secretario de la Vivienda y le entregó una fortuna a "Sueños no cumplidos" de Hebe de Bonafini, deuda de la cual se hizo cargo el Estado, o sea, nosotros.

14 de junio de 2015

RECIEN SE ENTERAN QUE EXISTEN? ESTAMOS LLEGANDO UN POQUITO TARDE, PORQUE EN NUESTRO PAIS HAY MUCHOS



Detectan por primera vez a un integrante de una mara en la Argentina

Está bajo observación en el penal de Ezeiza.Es mexicano y cayó por drogas. Lleva tatuajes de la Mara 18, una de las pandillas más peligrosas del mundo.


Armando Ortega Vera (37) de frente.

Nació en México y es el hijo menor de un matrimonio de clase trabajadora. A los 21 años se fue a vivir como inmigrante ilegal a los Estados Unidos. Hasta que lo deportaron. Al retornar a su país, traficó drogas para el poderoso Cartel de Sinaloa, por lo que estuvo dos veces preso por narcotráfico. Tiene el cuerpo tatuado, es serio, de pocas palabras y parece no inmutarse por nada. Lo detuvieron este año en Almagro y lo llevaron a la cárcel de Ezeiza. Allí, los penitenciarios investigaron su pasado y descubrieron que pertenece a la “Mara 18”,una de las pandillas más violentas y peligrosas del mundo.
Armando Ortega Vera (37) se convirtió en el primer marero detectado y detenido en nuestro país. Para las autoridades aún es un misterio bajo qué circunstancias llegó a la Argentina en 2013. Lo cierto es que en menos de dos años cayó tres veces preso: dos por robo y la última por circular en un coche robado llevando drogas.
Mas allá del derrotero penal de Ortega Vera, lo que verdaderamente alarma a las autoridades es una incógnita: quieren saber si el mexicano es el único pandillero que emigró a la Argentina o sólo el primero de una serie por venir.
La Mara 18, a la que pertenece Ortega Vera (también conocida como Barrio 18), es una de las pandillas juveniles más peligrosas de occidente. Tiene organización guerrillera y células que operan desde Centroamérica hasta Canadá, incluyendo Estados Unidos. Vive de ingresos ilegales como extorsión, sobornos, robos y narcotráfico.

12 de junio de 2015

DISCURSO DE OPOSICION DEL SENADOR TERRAGNO A LA DESIGNACION DE ZAFFARONI COMO JUEZ DE LA CORTE, EXTRAIDO DEL DIARIO DE SESIONES DEL SENADO DEL 15 DE OCTUBRE DEL 2003 Y COMO TERMINARON VOTANDO LOS SENADORES


Sr. Presidente (Salvatori). — Tiene la palabra el señor senador Terragno. Sr. Terragno. — Señor presidente: no voy a cuestionar el buen nombre y honor, las actitudes morales y mucho menos la idoneidad técnica y jurídica del doctor Zaffaroni. Como bien se ha dicho en este recinto, su autoridad como penalista es reconocida internacionalmente y está allí para acreditarlo la opinión de la Asociación Internacional de Derecho Penal, el Instituto Brasileiro de Ciencias Criminais, la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica y esa manifestación de Luciano Nascimento Silva, tal vez exagerada pero elocuente, de la Universidad de San Pablo, que dice que Zaffaroni es el mejor penalista latinoamericano del siglo XX. 15 y 16 de octubre de 2003 Sesión ordinaria Pág. 83 Creo que las objeciones que se han hecho a sus ideas jurídicas son improcedentes. No se puede acusar a un jurista de ser garantista, sobre todo si se entiende qué significa ello en el lenguaje penal. Esta es una corriente internacional; la palabra garantista fue acuñada por Luigi Ferrajoli —el jurista italiano autor de “Derecho y Razón”, teoría del garantismo penal—, elogiado por un pensador de la talla de Norberto Bobbio, dice que, en definitiva, se trata de cumplir lo que reclama el profesor norteamericano Ronald Dworking, que es tomar en serio de una vez por todas la Declaración de Derechos Humanos de las Naciones Unidas sancionada en 1948 y, en nuestro caso, tomar en serio de una vez por todas el Capítulo I de la Constitución Nacional. No es el doctor Zaffaroni sino la Constitución la que establece que cuerpos armados no pueden efectuar requisiciones; es la Constitución la que establece que nadie debe estar obligado a declarar contra sí mismo; es la Constitución la que dice que nadie puede ser detenido sin orden escrita de autoridad competente; es la Constitución la que dice que las cárceles de la Nación serán sanas y limpias para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas. En cuanto al minimalismo, tampoco sería grave ni una acusación que el doctor Zaffaroni coincidiera con opiniones como las de Jesús María Silva Sánchez, de la Pompeu Fabra de Barcelona. Porque, en definitiva, la idea de la pena mínima se entronca con el pensamiento de Voltaire, de Montesquieu, de Russeau y del padre de la criminología, Cesare Beccaria y su famoso "De los delitos y de las penas", que ya tiene muchos años porque es de 1764. Zaffaroni ha negado su adhesión al abolicionismo de Louk Hulsman, de la Universidad de Rotterdam, quien cree que el Derecho Penal ha fracasado, porque el miedo no educa, pero que no tiene realmente una alternativa como no la tienen otros teóricos que en verdad no cuestionan el Derecho Penal sino el capitalismo mismo. Zaffaroni se ha asumido como garantista y ha sostenido no sólo que la coacción policial debe detener el proceso lesivo en curso o inminente sino también que es inútil aumentar la graduación de las penas porque esto no detiene el delito. De todos modos, en todo caso, la graduación de las penas es una cuestión del Poder Legislativo. Lo que importa es la interpretación del juez y en esto coincido con el doctor Zaffaroni, en el sentido de que es sano —aunque no estemos de acuerdo con alguna de sus interpretaciones— que en un tribunal constitucional haya distintas concepciones del Derecho. Mis dificultades para aprobar el pliego tienen que ver con algo que el señor senador por el Chaco recién trataba de empequeñecer y que para mí tiene una enorme importancia. Sinceramente no entiendo yme causó mucha sorpresa que no se haya convertido en un escándalo la manifestación del doctor Zaffaroni cuando para explicar el juramento por el Estatuto del Proceso dijo: “Juré por el Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional; juré por el Estatuto de Onganía; juré por la Constitución reformada por Lanusse; juré por la Constitución Nacional de 1853 y juré por la Constitución reformada de 1994.” Esto es a mi juicio lo más grave que ha ocurrido en todo este proceso de examen sobre las calidades del nominado, porque una persona de Derecho no puede jurar lo que venga; no puede jurar una Constitución democrática y después tres estatutos dictatoriales. Una persona de Derecho no puede asumir el perjurio constitucional y mucho menos si es una persona a la cual se postula para interpretar la Constitución, porque no otra cosa hace un juez de la Corte; es el intérprete de la Constitución. En 1968 el doctor Zaffaroni era becario de la OEA en México y después de la brutal represión del 2 de octubre en la plaza de Tlatelolco decidió volver, porque le pareció que el México de Díaz Ordaz era peor que la Argentina de Onganía. Para un residente este es un 15 y 16 de octubre de 2003 Sesión ordinaria Pág. 84 concepto aceptable, pero el doctor Zaffaroni ya era camarista designado por un gobierno de facto cuando se produjo el "cordobazo", que no fue muy diferente de la matanza de Tlatelolco. Y como él dice ahora, juró por aquel estatuto. Y eso significaba jurar por un sistema que había destituido a todas las autoridades democráticamente elegidas, que había removido a los miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que había eliminado la actividad política, que había impuesto la doctrina de la seguridad nacional —que ya Onganía antes de dar el golpe había aprobado públicamente en la reunión de jefes de ejércitos americanos en West Point, en 1963—, que había intervenido las universidades y que había protagonizado “la noche de los bastones largos”. En San Luis, como en todas las provincias, había un interventor designado por ese gobierno central. Y el mismo estatuto además decía que estaba por encima de la Constitución Nacional. Entonces, no podemos pensar que este es un hecho anecdótico. Mucho menos cuando en 1976, días después del golpe de Estado, el general Videla nombra a Zaffaroni juez nacional en lo criminal de sentencia en la Capital Federal. Y un juez que había jurado por Dios y la Patria respetar y hacer respetar la Constitución Nacional, juró por un estatuto por el cual la junta militar asumía el poder político; por el cual eran declarados caducos los mandatos de presidente, de gobernadores, de vicegobernadores, por el cual se disolvían el Congreso, las legislaturas provinciales, las salas de representantes, los concejos municipales; por el cual eran removidos los miembros de la Corte, el procurador General de la Nación, los integrantes de los tribunales superiores de justicia; por el cual era removido el procurador del Tesoro; por el cual se suspendía la actividad política y la actividad gremial. En su descargo, el doctor Zaffaroni nos ha dicho: "Esto nos tocó hacer a los que vivimos aquella época y pertenecemos a una generación, sea al asumir como abogado, sea el desempeñar funciones o al asumir cargos docentes. Evalúo esto generacionalmente y asumo la responsabilidad generacional como corresponde. Comparto esto con toda mi generación. Yo no era un militante político; era un abogado, un juez, un funcionario. Lo tomábamos como una profesión. Nací y me crié en medio de convulsiones políticas y de tipo institucional, como toda la gente de mi generación. Estábamos habituados a ver como normal lo que era anormal. Los que nacieron o se criaron en los últimos veinte años no lo entienden. Es una generación por la que asumo la responsabilidad, pero junto con toda mi generación. Desde la perspectiva de esa cultura caótica en la cual nos criamos, todo era distinto." No es cierto, señor presidente. No es que eso nos tocó hacer a quienes pertenecimos a una generación. Lo hizo quien quiso hacerlo o quien no tuvo el coraje o la convicción para hacer algo distinto. Es en esas circunstancias, frente a una dictadura, cuando se pone a prueba el compromiso con la democracia. Y esa generación no estuvo formada sólo por gente habituada a ver lo anormal como normal; estuvo compuesta por gente que perdió la libertad, que padeció tormentos, que entregó su vida, que vivió el destierro, para defender la Constitución. Y no hablo con desconocimiento o desapego. No pertenezco a una generación distinta; soy prácticamente a la misma generación que el doctor Zaffaroni. Y yo tampoco era un militante político. Y yo también era abogado, como lo era mi esposa. Y en 1976 renunciamos a la profesión, a nuestros ingresos, a la cercanía de nuestra familia, para emprender un exilio, porque nos anticipamos a una detención inminente fundada en las denuncias que, a través de la revista Cuestionario había hecho yo sobre la violación de los Derechos Humanos. Fueron años de desempleo e incertidumbre; y no me estoy poniendo en el centro de la 15 y 16 de octubre de 2003 Sesión ordinaria Pág. 85 escena. En 1980 escribí un artículo, que inició una larga polémica con Osvaldo Bayer. Ese artículo se llamaba "El privilegio del exilio". Y allí yo sostenía que las verdaderas víctimas de la dictadura no éramos nosotros, los que estábamos lejos, sino quienes sufrían la persecución y la tortura aquí; y que los verdaderos héroes eran aquellos que se atrevían a desafiar o a denunciar a la dictadura en el mismo escenario del horror, entre los cuales había argentinos que hoy están sentados en estas bancas. Sin embargo, Bayer decía con razón que el exilio era también, en proporción, un castigo. Entonces, ante millares de desaparecidos, de torturados, de presos, de exiliados, no se puede decir que hay una suerte de responsabilidad generacional respecto de los hechos de alguien que, por sus razones, decidió no luchar. La Conadep en el libro "Nunca Más", refiriéndose a la profesión del doctor Zaffaroni, dice lo siguiente: "Las más duras represalias cayeron sobre muchos abogados. Las detenciones arbitrarias, los malos tratos, la desaparición y hasta la muerte de los abogados defensores fueron uso corriente en los primeros años del régimen militar. Fueron secuestrados y desaparecieron no menos de 109 abogados. El 90 por ciento de estas desapariciones se consumaron entre los meses de marzo y diciembre de 1976." Por supuesto, alguien podrá decir que la lucha contra una dictadura no es sólo heroísmo o huida, pero hay que tener en cuenta, entonces, qué es lo que hizo quién acaso haya decidido pelear desde dentro. El doctor Zaffaroni ha dicho que él y otros jueces estaban observados severamente por todas las autoridades del Ministerio de Justicia. Bueno, ese ministerio estuvo a cargo, primero, del brigadier auditor Julio Arnaldo Gómez y, luego, del doctor Alberto Rodríguez Varela, hoy defensor del ex dictador Videla, un hombre a quien Julio Bárbaro en "Pasiones razonadas" alude, con esa verba inflamada de este escritor argentino, como el "oscuro y siniestro ministro de Justicia de Videla". ¿Qué fue lo que observado severamente por Rodríguez Varela hizo un juez como Zaffaroni? ¿Pudo salvar a alguien? El 1° de agosto de este año me dirigí a la cámara para solicitar que me enviaran las 143 acciones de hábeas corpus que había resuelto el doctor Zaffaroni en el período previo a 1983. En rigor de verdad, eran 128 acciones, dado que 15 fueron resueltas por jueces subrogantes: de ellas, 38 eran relativas a edictos policiales y 6 habían sido desistidas. Por lo tanto, me concentré en 84 casos, incluido el caso "Olleros" al cual no me voy a referir porque es suficientemente conocido. El hecho es que no encontré ningún ejemplo de actividad judicial de parte del doctor Zaffaroni que haya puesto en aprietos a las autoridades o permitido esclarecer un caso o salvar una vida. Claro está que frente a esto surge la siguiente pregunta que he escuchado en este recinto: ¿cómo es posible, si esto es así, que las organizaciones de derechos humanos estén a favor de la designación del doctor Zaffaroni? Creo que, sin duda, el apoyo de los organismos de derechos humanos se debe a la intensidad y a la congruencia con que desde la reinstauración de la democracia el doctor Zaffaroni ha participado en la promoción de los Derechos Humanos. Pero este no es un juicio de acción privada en el cual nosotros debemos abstenernos de emitir nuestra opinión si aquellos que promovieron la acción la retiran. Por otra parte, quiero decir que en el sitio de Internet de las Madres de Plaza de Mayo —www.madres.org— se puede observar la denuncia contra los jueces que juraron por los objetivos básicos del Proceso de Reorganización Nacional entre 1976 y 1980. Es una denuncia criminal contra 437 jueces, a quienes las Madres llaman represores del Poder Judicial. Entre esos jueces está Eugenio Raúl Zaffaroni. La acción que promueve Madres de Plaza de Mayo dice que todos quienes juraron por el Estatuto fueron partícipes necesarios en términos del artículo 45 del 15 y 16 de octubre de 2003 Sesión ordinaria Pág. 86 Código Penal, de los delitos de privación ilegítima de la libertad, apremios ilegales y otros. En su doble carácter de madres de víctimas y de integrantes de una asociación civil defensora de los derechos humanos, las denunciantes imputan al doctor Zaffaroni y a los otros 437 jueces que hayan prestado juramento al Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional y hayan sido conniventes y funcionales a los designios de los usurpadores, por lo que piden para todos ellos el máximo de la pena prevista para los delitos enunciados. El doctor Zaffaroni nos ha dicho: "Obviamente, sabíamos que se estaba secuestrando gente. Ahora, cuál era su destino o qué pasaba con la gente secuestrada fue lo que en líneas generales me enteré en el extranjero en 1978". Ante esto creo que caben varias reflexiones. En primer lugar, cuesta entender que el juez no sabía, no encontraba, no podía establecer correlaciones entre filiación, no recibía información oficiosa alguna y que hasta 1978 no había siquiera conjeturado. Creo, señor presidente, que estos argumentos son inconvincentes. No sé si voy a poder cumplir con las exigencias del tiempo. En consecuencia, solicito a la Presidencia que, en caso de ser así —como no quiero excederme—, luego se someta a consideración del cuerpo la posibilidad de insertar todos los elementos complementarios que estime pertinentes. Sr. Presidente (Salvatori). — Al finalizar las exposiciones se insertarán las proposiciones de todos los señores senadores. Sr. Terragno. — Dejo planteado mi pedido, señor presidente. Si bien mi exposición será complementada con la inserción de otros fundamentos, quiero señalar respecto de la actuación del doctor Zaffaroni durante el Proceso que el hecho de que haya publicado en 1980 un libro realmente equívoco, donde se justificaban de hecho —aunque no haya hoy en día en la interpretación del jurista esa intención— sucesos extraordinarios, en definitiva, de represión y donde se aludía a derecho penal militar de excepción, a circunstancias especiales, necesidad terrible, necesidad terribilísima, bando militar como ley material, bando militar como tipificador de delitos, excepcionalidad de dar muerte al delincuente, muerte por legítima defensa cuando el delincuente haga armas contra la autoridad, entre otras cosas, creo que nos habilita a pensar que no luchó desde el Derecho contra la dictadura. El doctor Zaffaroni dice en el prólogo del libro lo siguiente: "Queremos hacer público nuestro agradecimiento al brigadier auditor doctor Laureano Álvarez Estrada, quien tuvo la gentileza de leer los originales, por las importantísimas observaciones que nos efectuara, y al contraalmirante auditor doctor Ramón León Francisco Morel." El 23 de julio me dirigí al doctor Zaffaroni para pedirle una explicación sobre esto y me respondió que en la citada obra no se agradece a nadie por funcionario de la dictadura, sino por auditor militar. Creo que se trata de una explicación insuficiente por cuanto los auditores no eran ajenos a la dictadura. Álvarez Estada, en virtud del decreto 105 del 14 de abril de 1976, había sido subsecretario de Justicia. Y sus antecedentes no eran muchos; ni los anteriores ni los previos, salvo que después fue miembro del directorio de EDCADASSA, una empresa que tuvo serios cuestionamientos. Cuando uní todos estos elementos, comprendí que no podía responder a mi impulso inicial, que había sido aprobar la designación del doctor Zaffaroni. El análisis de toda su evolución como juez me mostró una peligrosa inestabilidad de su parte, una dificultad para actuar independientemente del poder de turno —civil o militar— y que fue connivente o funcional con 15 y 16 de octubre de 2003 Sesión ordinaria Pág. 87 un régimen inconstitucional. Eso me llevó a concluir que el doctor Zaffaroni no puede ser intérprete vitalicio de la Constitución Nacional, que es en definitiva la función de un juez de la Corte Suprema de Justicia. Por eso, sin perjuicio de solicitar que se me permita oportunamente insertar una exposición más completa sobre este tema en el Diario de Sesiones a fin de no emplear ahora un tiempo excesivo, por los mínimos fundamentos expuestos dejo sentada mi posición contraria a la aprobación del pliego propuesto por el Poder Ejecutivo."


ASI SE DEFINIÓ LA VOTACIÓN


Sr. Presidente. — Si no se hace uso de la palabra, se va a votar en forma nominal. Los que voten por la afirmativa, lo hacen en favor de la aprobación del pliego del doctor Zaffaroni. — Votan por la afirmativa los señores senadores Agúndez, Alperovich, Bar, Bermejo, Brizuela del Moral, Busti, Cafiero, Caparrós, Capitanich, Castro, Colazo, Conti, Daniele, Fernández, Fernández de Kirchner, Gallia, Gioja, Gómez de Bertone, Guinle, Ibarra, Jenefes, Lamberto, Latorre, López Arias, Losada, Maza, Mera, Montoya, Morales, Moro, Müller, Oviedo, Pardal, Pardo, Passo, Paz, Perceval, Pichetto, Raso, Seguí, Usandizaga, Verna y Yoma. — Votan por la negativa los señores senadores Avelín, Baglini, Chiappe, Escudero, Gómez Diez, Maestro, Menem, Negre de Alonso, Ochoa, Prades, Salvatori, Sapag, Taffarel, Terragno, Walter y Zavalía. Sr. Pichetto. — Pido la palabra. Sr. Presidente. — Tiene la palabra el senador Pichetto. Sr. Pichetto. — Señor presidente: le pido que haga la cuenta y diga con qué porcentaje se ha aprobado. 15 y 16 de octubre de 2003 Sesión ordinaria Pág. 136 Sr. Presidente. — Con cuarenta y tres votos por la afirmativa sobre cincuenta y nueve presentes; queda aprobado el pliego del doctor Zaffaroni, por los dos tercios. (Aplausos.) No habiendo más asuntos que tratar, queda levantada la sesión. — Es la 1 y 57 del jueves 16 de octubre de 2003.

EL GAUCHITO DE ZAFFARONI



Zaffaroni: el libro de la mala memoria


Por primera vez se publican extractos completos y fotos del texto inhallable del ex supremo, donde justifica el golpe de Estado.

La tapa de Derecho penal militar, editado en 1980.
La tapa de Derecho penal militar, editado en 1980.

Muchas veces el pasado intenta refugiarse en las cavernas más profundas pero, muchas veces también, surge a la luz de manera reveladora. Tal es el caso del libro Derecho penal militar, escrito por Eugenio Raúl Zaffaroni y Ricardo Juan Cavallero en 1980, durante la última dictadura. El libro es inhallable en bibliotecas públicas o privadas de acceso público, así como inconseguible en librerías, tanto materiales como virtuales. Por primera vez se publican algunas páginas de esta obra que da cuenta de una faceta impensada del ex juez de la Corte Suprema y actual candidato a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ya que brinda una justificación jurídica para el golpe de Estado. El libro es un extenso ensayo que reflexiona sobre el código penal militar y justifica sus posibilidades, construyendo una arquitectura intelectual que lo sostiene. Se debe señalar que ninguna obra se escribe en abstracto, sino que existen condiciones materiales e históricas precisas para su desarrollo; en este caso, la dictadura más sangrienta que asoló al país y que produjo miles de desaparecidos, muertos, torturados y exiliados y cuyas heridas aún están abiertas.
“Los bandos para el supuesto de conmoción interior, fuera de la guerra -escribe Zaffaroni mientras aún había detenidos desaparecidos en distintos campos de concentración en el país-, también requieren una necesidad terribilísima, que debe estar dada por la circunstancia de que la conmoción interior alcance un grado tal que la autoridad del lugar no pueda evitar estragos, es decir, que la alteración del orden sea de tal naturaleza que el peligro de afectación masiva y grave de bienes jurídicos tales como la vida, la propiedad, etc., sea inminente e inevitable por la autoridad local. De allí surge la posibilidad de que la autoridad militar asuma el gobierno o el mando de una parte del territorio”. De este modo, el jurista justifica la asunción de los militares al gobierno. Planteado este señalamiento en 1980, no podría ser tachado de inocente.
Justificación de la toma del gobierno por los militares.
Justificación de la toma del gobierno por los militares

Las palabras emulan íntegramente las justificaciones ideológicas que dieron origen al golpe de Estado de 1976, que aludían al caos en el que estaba sumida la Argentina en el periodo previo. Las reflexiones de Zaffaroni plantean que ante una situación “terribilísima” se produce el advenimiento de un “derecho penal de excepción” que le da un marco jurídico a acciones que, en otras circunstancias, serían penalizables. “No obstante, hay circunstancias especiales, dentro y fuera de la guerra -escribe el ex magistrado-, en las que no hay sólo una necesidad terrible, sino que se presenta una necesidad terribilísima. Se trata de situaciones en las que existe un peligro actual de absoluta inminencia o un mal gravísimo que ya se está produciendo y que es necesario evitar o detener. Es en estas circunstancias de necesidad terribilísima. Se trata de situaciones en las que existe un peligro actual de absoluta inminencia o un mal gravísimo que ya se está produciendo y que es necesario evitar o detener. Es en estas circunstancias de necesidad terribilísima cuando hacen su aparición en el derecho penal militar dos medidas que aparentemente arrasan con las disposiciones constitucionales: la legislación por bandos y la llamada pena de muerte”. Resulta inquietante la similitud del argumento con los de quienes justifican el uso de tormentos para evitar situaciones que podría ocasionar, por ejemplo, un grupo terrorista. Los bandos a los que se refiere Zaffaroni en 1980 son definidos en su libro de esta manera: “En nuestro derecho vigente, bandos militares son aquellas órdenes o mandatos que configuran leyes en sentido material y que con las solemnidades del caso dictan determinadas autoridades en tiempo de guerra o caso de conmoción interior, ya sea para sancionar como delitos hechos atentatorios a la seguridad de las tropas y materiales o para proveer el mejor éxito de las operaciones, establecer la policía de dichas zonas, o asegurar el orden público y evitar el saqueo, violación, incendio y otros estragos”. Una manera transparente de justificar la acción de los militares en aquella época, delitos por los que fueron y siguen siendo condenados sus culpables.
El Zaffaroni actual es conocido por sus posiciones garantistas, sin embargo, en 1980 usaba su inteligencia para dar justificación a la pena de muerte: “La muerte prevista en el art. 759, CJM, no es pena, en principio porque la muerte jamás puede serlo, pero, además, por otras razones que no son fundamentales. Ante todo, se hace necesario que el militar huya o haga demostración de pánico, lo que puede generar un desbande o imitación, de modo que la muerte se autoriza para evitar ese efecto inmediato y desastroso. Tan cierto es esto que el CJM no requiere que le dé muerte un superior, sino que puede darse el caso de que sea el inferior quien dé muerte al superior en esa circunstancia. De otro modo, por el mero gusto de  afirmar gratuitamente la disciplina, no se explica que pueda darse muerte a un militar y menos que el inferior pueda dar muerte al superior, lo que sólo puede tener explicación lógica sobre la base de la necesidad de evitar el fracaso de una operación frente al enemigo, el que puede resultar del pánico generalizado en el personal y para el cual cualquier actitud individual puede servir de detonante”. El Código Penal Militar que permitía la pena de muerte fue derogado en 2008. Zaffaroni, en 1980, titulaba a uno de sus capítulos: “La excepcional necesidad de dar muerte al delincuente”.
Zaffaroni también se ocupa de aspectos polémicos en otros orden de cosas, como la prohibición de la homosexualidad en las filas militares, que justifica de esta manera en la página 59 de su libro: “Si pensamos por un momento en que la homosexualidad entre adultos no puede ser punida como delito en la vida civil, porque esa punición violaría el art. 19 constitucional, no por ello debemos concluir en que la homosexualidad militar es inconstitucional, tal como la prevé el art. 765, CJM, porque en la vida civil no hay ningún bien jurídico que resulte afectado por esa conducta realizada en privado, pero en el orden militar la posibilidad de trascendencia del conocimiento de esa conducta afecta la imagen pública de las fuerzas armadas y la confianza que ellas deben gozar por parte de los habitantes de la Nación, cuyo crédito frente a ellos es indispensable para que ante la necesidad tremenda cuenten con la participación y apoyo de la población”. Resulta extraño, ya que décadas después las fuerzas conservadoras aludirían a la condición de “soltero y sin hijos” de Zaffaroni, como eufemismo, para oponerse a su designación como juez de la Corte Suprema debido a que, según los sectores ultramontanos, atentaría contra el ejemplo moral que debería brindar a la población debido a su rango.
Homosexualidad en las filas militares.
Homosexualidad en las filas militares.
Mientras el país era gobernado por una banda de criminales que no sólo había entregado los recursos del país al gran capital y erosionado los derechos ganados por la clase trabajadora, sino que había usado los métodos de aniquilamiento de una generación de luchadores nacida al calor del Cordobazo, Zaffaroni abre su libro con una cita de José Ortega y Gasset que se pregunta, en relación al ejército: “¿Cómo negarse a ver en ello una de las creaciones más maravillosas de la espiritualidad humana?”.
Epígrafe que abre el libro.
Epígrafe que abre el libro.
El prefacio de la publicación concluye con la dedicatoria al brigadier auditor Laureano Álvarez Estrada, a quien reconoce haberle mostrado los originales del libro para que realice observaciones, y al contraalmirante auditor Ramón León Francisco Morell. Álvarez Estrada había fungido como vicesecretario de justicia de la dictadura desde abril de 1976, durante el momento más álgido de desapariciones y torturas del régimen.

Dedicatoria a los auditores militares.
Dedicatoria a los auditores militares.
Si bien Rodolfo Terragno ya se había referido a este libro en un famoso artículo publicado en Clarín en 2013 y se habían hecho referencias veladas a su existencia, esta es la primera vez que se publican estas referencias textuales y fotogramas de las páginas de la escondida publicación. Si bien es cierto que el tiempo pasa y nadie podría ser esclavo por siempre de su pasado, también se podría afirmar que es necesario reconocer los hechos personales que pudieran haber tenido un efecto en la realidad social, como un acto de responsabilidad moral. Hechos como el libro de Zaffaroni, que brindó una estructura jurídica de justificación -mientras los crímenes sucedían- de una dictadura dirigida por asesinos y entreguistas. Raúl Eugenio Zaffaroni, que podría ser elegido el próximo martes como miembro de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, quizás tenga a partir de hoy la oportunidad de aportar a la comprensión de las razones de su libro.
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