Para analizar las formas autoritarias de
gobierno, sirven los marcos teóricos, desde ya; pero, sobre todo, estudiar cómo
nacen y perduran los pequeños y controvertidos liderazgos territoriales.
Cuando Sarmiento comenzó a escribir su
libro Facundo, convocó a Tocqueville para ayudarlo a resolver
el enigma de la sociedad argentina y el caudillismo.
En la búsqueda de resolver la inquietud
del gran sanjuanino y con el mismo ánimo, frecuentemente interrogamos a los
grandes pensadores, que en el siglo XX percibieron el problema del
autoritarismo de masas.
Las teorías son diversas donde podemos
citar a Gustave Le Bon que estudió la psicología de las multitudes y aportó
consejos para su manejo. Georges Sorel explicó la capacidad movilizadora de los
mitos. Max Weber acuñó la fórmula del “liderazgo carismático de masas” y
vinculó los nuevos fenómenos políticos con los religiosos más tradicionales.
José Ortega y Gasset -muy influyente en nuestro país- relacionó estos nuevos
liderazgos con la rebelión de las masas, a la busca de nuevos corifeos. Muchos
hablaron de cesarismo. Con el fascismo a la vista, Gino Germani propuso la idea
de las “masas en disponibilidad”, listas para la convocatoria del líder. Dentro
de esta línea, recientemente Ernesto Laclau ha propuesto una versión,
que si no es enteramente original, ha resultado llamativamente exitosa.
Formuló la cuestión del liderazgo
subrayando la capacidad integradora y movilizadora del discurso y el
accionar populista, que en su teoría une a toda la cadena equivalencial . Ya el
Premio Nobel de literatura Milocz en 1980 anticipaba lo que hoy nos toca vivir
en la argentina al recordar aquella frase que él mismo expresaba:
"Cualquiera que ejerce el poder es capaz de controlar el lenguaje, no solo
ejercitando la censura sino el sentido de las palabras". No queda mas que
ver la interpretación generalizada y el sentido unívoco de algunas palabras que
hoy se usan tales como: pueblo originario, derecha, fondos buitre, inclusión,
asignación "universal" por hijo, progresismo, etc, etc, etc.
Laclau retoma una manera clásica de considerar el problema: el líder, la interpelación, el balcón y la cadena nacional, como manera de romper con la información periodística mediadora y producir la relación del lider directamente con sus seguidores, imitando en alguna medida al proceso del regalo de aparatos de radios que respondían solo a la información oficial del Fhürer y que llevó adelante Goebbels en Alemania en el año 1934. Esta teoría Laclau la expresa muy claramente cuando explica la relación de significante y significado, la cual muestra la ruptura de la relación del poder con las Instituciones como instrumentos válidos mediadores, entre los cuales también se encuentran los partidos políticos.
Por otro lado es importante tener en
cuenta la implementación de la búsqueda del nacimiento de conjuntos sociales específicos que generan el
surgimiento de las jefaturas microsociales.
El historiador Jorge Ossona en su libro
"Punteros, malandras y porongas" de Editorial Siglo XXI, se dedicó a
estudiar el mundo de las barriadas del Gran Buenos Aires en las décadas
recientes y destacó la figura de esos pequeños jefes, conocidos como porongas .
Palabra, muy usual en el contexto carcelario, ha perdido casi su significado
escatológico y remite a ciertas formas elementales de la jefatura.
Hay dos historias significativas de las
muchas que entreteje Ossona: las del Pampa Samuel y la de Maguila. Son
vidas paralelas, que transcurren en una barriada cercana al Riachuelo.
Samuel creció entre las barras de
muchachos que cotidianamente juegan al fútbol y que, en paralelo, celebran
competencias de lucha libre. De manera tan reglada y ordenada como en un torneo
medieval, combatían hasta que el último quedaba en pie y ganaba el
grado de poronga. Es propio de destacar que este tipo de práctica también es
común en las maras. Maguila en cambio era un “malandra”, más específicamente un
“escruche”, inserto en una red de colegas y colaboradores. También ganó sus
jinetas a base de fuerza y capacidad para organizar sus actividades.
En los años noventa, Samuel quiso
organizar una liga interbarrial de fútbol y Maguila ingresó en la piratería del
asfalto.
Samuel y Maguila al entrar en un mundo más
complejo ya necesitaron contactos y apoyos. Así llegaron a la política.
Ambos ingresaron en la unidad básica
“Cholo conducción”, regenteada por Cholo Quiroga -hijo de un político de nota-
e integrada en la agrupación “Evita Capitana”.
Cholo les confió a estos poronga emprendedores
el manejo de un territorio.
El barrio, que ya conocían bien, los
amparó y facilitó sus actividades: todos quieren jugar al fútbol y nadie niega
a un escruche una información útil.
La política les facilitó los contactos con
la policía, necesarios para obtener franquicias y ojos cerrados.
Así expandieron una red de relaciones que
pusieron a disposición de la “estructura” política.
Eran importantes a la hora de llevar gente
a las movilizaciones o de conformar el “paquete” de votos para las elecciones.
Participaron como protagonistas
principales del barrio en el reparto de bienes y favores, muchas veces
expresados en planes sociales, que aceitan la red y refuerzan la solidaridad.
Organizaron con los políticos operaciones
de envergadura, como las ocupaciones de tierras, aportando la vital conducción
en el terreno, situación que podemos observar en forma frecuente en las
llamadas villas miserias donde los punteros amparados por los porongas y los
políticos construyen habitaciones de ladrillo de 4x4 u otra medida, por la cual
cobran $ 1000 mensuales de alquiler.
No olvidemos que el 11 de diciembre
de 2010 al mediodía, el Pitu Salvatierra habló por cadena oficial desde la casa
de gobierno pidiendo la solución del problema cuando se produjeron las tomas
del Parque Indoamericano. El Pitu es un raro ejemplo de reinserción social: antes de cumplir
30 años, Pitu había pasado de ser un ladrón célebre de Villa 15 (cabecilla de
su propia banda, "la Banda del Pitufo": robaban bancos), fan de los
Redondos y adicto a la cocaína y las pastillas, a convertirse en un dirigente
político con la proyección para alcanzar un lugar en la Legislatura porteña,
además de haber usado la cadena oficial hablando desde la casa de gobierno.
En este punto, el barrabrava y el
escruche ya eran punteros políticos, integrados a la maquinaria
partidaria y sobre todo a la administración local del Estado.
También se transforman en referentes
sociales.
Los poronga , a su modo,
son responsables de la subsistencia de su gente. De establecer un cierto orden
-Weber habló de monopolio de la fuerza-, una cierta legalidad y hasta una
moralidad. Pues el mundo en que surgen y se desarrollan los poronga -recordando
ahora a Durkheim- no es anómico.
Samuel y Maguila son sólo dos ejemplos de
un repertorio variado de porongas , cabezas de algún tipo de
colectivo, grupo o red. Los hay de muchos tipos, pues estos apretados
colectivos sociales, muy variados, combinan lo territorial, lo étnico, lo
familiar, lo religioso o lo deportivo., frente a la presencia de un nuevo
componente, tal como es la droga.
La droga agregó un nuevo
perfil de los poronga,
que los modificó.
Entre los poronga hay una
jerarquía y una carrera posible. Comienzan asistiendo a alguien ya establecido,
pueden consolidar un territorio propio y pueden dar un paso más, vinculándose
con la estructura política.
Lo que los acredita como poronga es la probada
capacidad de conducción, la subordinación y la lealtad.
Salvo cuando llega el momento de la traición,
inevitable en un mundo interior complejo e inestable, máxime cuando está la
droga de por medio.
No hace falta aclarar mucho sobre las
implicaciones políticas de este entramado, que no articula individuos sino
colectivos. Vale la pena notar que, para su funcionamiento, no es indispensable
el amor, la fantasía, el mito ni el relato. No los excluye, pero no son
indispensables.
Quizá si lo es el temor.
Suele decirse que la interpretación de
Laclau ha inspirado a los Kirchner, o quizá que Laclau se ha inspirado en
ellos. Es posible. Pero en el estilo de conducción de los Kirchner, y en su
manejo de las complejas tramas del mundo de la pobreza, resulta mucho más
significativa la figura de los poronga que cualquier otra.